Una Copa América que exige mucho y ofrece poco

Fotografía: IG @Seleção Feminina de Futebol

En un torneo que debería estar marcado por los goles, las emociones y el talento de las jugadoras del continente, lo que más se ha escuchado es otra cosa. Denuncias, malestar, exigencias. No porque las futbolistas quieran desviar la atención, sino porque no tienen otra opción. Porque antes de hablar de futbol, han tenido que hablar de condiciones. Durante las primeras fechas de la Copa América Femenina, distintas selecciones alzaron la voz sobre lo que enfrentan fuera de la cancha. Lo hicieron con la misma claridad con la que juegan. Lo hicieron porque, una vez más, el entorno no está a la altura de su esfuerzo.


En la fecha 2, Brasil goleó 6-0 a Bolivia, pero la noticia no fue el resultado. Lo que se discutió fue que ambas selecciones no pudieron calentar en la cancha antes del encuentro. La organización argumentó que los estadios ya reciben mucha carga por albergar dos partidos diarios, por lo que Brasil y Bolivia tuvieron que compartir un espacio cerrado dentro del estadio Gonzalo Pozo para realizar su calentamiento.

El técnico brasileño, Arthur Elias, manifestó su preocupación. Dijo que una de sus jugadoras tuvo que ingresar al partido sin haber calentado y que otra terminó el calentamiento con molestias musculares. Fue claro al señalar que este tipo de fallos no deberían ser parte de una competencia profesional. "No deberíamos tener que exigir que los responsables del fútbol hagan su trabajo tal y como lo hacen las jugadoras en el campo y como lo hago yo como entrenador”. La sensación general en la selección brasileña fue de frustración. Marta Silva, también expresó su opinión, fue precisa al afirmar que si a las jugadoras se les exige alto nivel, también tienen derecho a exigirlo en términos de organización.

Ary Borges, por su parte, fue más directa. Tras el partido, cuestionó el nivel de profesionalismo del torneo y comparó la experiencia con partidos amateurs mejor organizados que la Copa América. Describió cómo compartieron un espacio mínimo, de apenas 10 o 15 metros cuadrados, que además olía a pintura, para intentar calentar antes del partido. Y no solo señaló la incomodidad, sino que lanzó una pregunta que apunta directamente a la dirigencia. «Pregúntale a Alejandro (Presidente de la Confederación Sudamericana de Futbolsi alguna vez pudo calentar en un espacio de cinco o diez metros que olía a pintura. Es algo que a él como presidente hay que seguir preguntándole».

Más que enojo, lo que dejaron entrever fue la sensación de que, por más que el futbol femenil avance en la cancha, las condiciones fuera de ella siguen siendo una deuda pendiente. Una deuda no solo con el torneo o con el espectáculo, sino con el esfuerzo que las jugadoras hacen todos los días por estar allí, por competir, por seguir mostrando su futbol aun cuando el entorno no lo acompaña.

Días después, en la fecha 3, el duelo entre Argentina y Chile volvió a colocar los focos en las cosas que faltan en el torneo. Aunque el resultado fue 2-1 a favor de Argentina, lo que marcó el partido fue la ausencia del VAR, que impidió revisar un posible penal a favor de Chile.

La chilena Fernanda Pinilla Roa habló no solo de ese penal, sino de lo que representa tener que competir en esas condiciones. Cuestionó que se juegue cada dos días, calificándolo de inhumano, y señaló que las personas encargadas de impulsar el futbol femenil no están haciendo lo suficiente. También criticó que el torneo no tenga visibilidad ni siquiera en la ciudad sede, Quito, donde no se ven anuncios del campeonato. Para ella, lo que sí está presente es el apoyo entre jugadoras, y subrayó la importancia del compañerismo como una forma de resistencia colectiva frente a las carencias.

La capitana chilena, Yanara Aedo, se sumó a ese malestar. Afirmó que es una vergüenza y una falta de respeto disputar una Copa América sin VAR, especialmente cuando al mismo tiempo se está jugando la Eurocopa en Suiza. Para ella, la comparación es inevitable, y deja en evidencia que el trato no es equitativo. Pidió a la organización que “se pongan las pilas” y recordó que, al igual que los hombres, ellas también son futbolistas profesionales. No están pidiendo favores, están exigiendo lo que cualquier competencia de este nivel debería garantizar por defecto.

Mientras la Eurocopa ha llenado estadios, generado récords de asistencia y captado la atención mediática, en Sudamérica la Copa América transcurre con menor visibilidad. Algunas jugadoras han señalado que, en la ciudad sede, no hay promoción del torneo y que las personas no saben siquiera que se está jugando. Aunque ambos torneos se celebran en simultáneo, las diferencias en organización, difusión y cobertura siguen siendo evidentes.

No debería ser necesario que las jugadoras exijan condiciones mínimas. No debería pasar que una goleada quede opacada por la imposibilidad de calentar. No debería ser normal que un torneo continental se juegue sin herramientas básicas como el VAR o sin descanso adecuado entre partidos. El talento está. La entrega está. Lo que falta es compromiso de quienes organizan y deciden. Porque, como lo reflejan las palabras de las jugadoras, no se trata de pedir privilegios, sino de exigir lo justo. Porque no se puede hablar de progreso mientras ellas siguen pidiendo lo básico. Y si cada torneo obliga a volver a lo mismo, entonces el problema no es que falte avance: es que no hay intención real de cambiar. Ojalá, al menos, lo que han estado manifestando en esta edición no quede en el aire, y se traduzca en mejoras reales para el futuro.


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