Más diversidad, menos perjuicios
Fotografía: IG @Janelly Farias
En el futbol, como en la vida, hay cosas que no deberían ser un acto de valentía, pero lo son. Hablar de a quién amas, por ejemplo. Decirlo sin miedo, sin tener que explicarlo o esconderlo. Ser tú, sin pensar si eso cabe o no en el vestidor, en la tribuna. Hablar de la sexualidad dentro de este deporte todavía es complicado. No porque sea ajena, sino porque muchas veces se prefiere ignorarla. Como si el futbol no pudiera convivir con ciertas realidades. Como si la inclusión fuera una amenaza y no una oportunidad para crecer.
En el futbol femenil, poco a poco se ha abierto más el espacio para hablar de estos temas. No porque sea un entorno totalmente seguro, sino porque se ha vuelto más común ver jugadoras que ya no sienten la necesidad de ocultarse. Hay más libertad, aunque todavía hay prejuicios. Uno de los más comunes es pensar que, por jugar futbol, una mujer tiene que ser lesbiana. Como si eso viniera con el uniforme. Pero no todas lo son. Y asumirlo también es una forma de encasillar, de quitarles la posibilidad de decidir cómo vivir su historia.
Algunas futbolistas que han hablado abiertamente de su sexualidad son Mapi León, defensora del FC Barcelona, quien en 2018 se convirtió en la primera jugadora profesional en España en hablar abiertamente de su orientación sexual. En una entrevista con El Mundo, dijo:
Cuando eres conocido, tienes una responsabilidad. Creo que es importante dar la cara por los derechos de todos. No hay razón para esconderse. Muchas veces escuchamos cosas muy desagradables en los campos de fútbol: insultos que no solo son homofóbicos, sino también racistas. Y creo que en el deporte debemos enviar un mensaje claro de tolerancia contra el odio.
Otra voz fuerte ha sido la de Janelly Farías, que recientemente se retiró. A lo largo de su carrera, Janelly no solo habló de su identidad, sino que la defendió. Hizo visible lo que para muchas personas sigue siendo difícil de nombrar. Y lo hizo dentro de un deporte donde la visibilidad aún cuesta, donde no siempre hay respaldo. Pero ella insistió, y su historia abrió camino para otras.
Y claro, es imposible no mencionar a Megan Rapinoe, una de las futbolistas más influyentes, que ha convertido su carrera en una plataforma para defender los derechos de la comunidad LGBTTIQ+. Rapinoe no solo ha hablado, ha incomodado, ha exigido, ha señalado. Su activismo ha dejado claro que el deporte puede y debe ser un espacio donde todas las personas, sin importar su orientación, puedan sentirse libres.
Fotografía: Washington Spirit
Sin embargo, cuando se voltea a ver el futbol varonil, el contraste es evidente. ¿Dónde están las voces?. Quizás están, pero en silencio. Quizás no se sienten seguros. Quizás sus entornos, los equipos, los aficionados , incluso sus propios compañeros no lo permiten.
Y es que esto también tiene mucho que ver con el machismo que sigue muy presente en el futbol. Un lugar donde muchas veces no se puede hablar de temas como la sexualidad sin miedo a ser juzgado. Por eso, el futbol y el deporte en general debería servir como una herramienta para hablar de inclusion en serio. No solo en campañas temporales o en el mes del orgullo, sino de forma constante, con responsabilidad y empatía. Porque el futbol puede ayudar a cambiar la perspectiva. Puede ayudar a normalizar algo que, en realidad, ya es normal: que cada quien viva, ame y se relacione como quiera.
La forma en que una o un futbolista siente, piensa y vive su identidad no debería ser motivo de miedo, violencia o juicios que los obliguen a ocultarse. Deberían tener la libertad real de ser ellos mismos, sin tener que elegir entre su carrera y lo que los hace sentir plenos. Porque detrás de una jugadora o un jugador está una persona, que merece vivir sin tener que esconder quién es.