El amor a los colores no borra la negligencia
El 25 de julio, las jugadoras del Club Atlético San Lorenzo de Almargo, club argentino de futbol profesional, denunciaron una serie de irregularidades por parte de la institución mediante un comunicado en el que detallan cómo estas afectan directamente su desempeño, bienestar y dignidad como futbolistas. Señalan que, pese a dar siempre lo mejor de sí y mantener un firme compromiso con el club, además del orgullo de defender sus colores, el amor por la camiseta no es suficiente ni alcanza.
Las jugadoras merecen y deben contar con buenas condiciones para desarrollar su labor, porque el futbol es su trabajo, no un pasatiempo. Son profesionales y deben ser tratadas como tal.
En el comunicado, se destacan los siguientes puntos:
Falta de pago de los premios correspondientes por puntos obtenidos en el Torneo Clausura 2024.
Incumplimiento en el pago de viáticos durante todo el 2025.
Ausencia de cuerpo médico durante los entrenamientos.
Falta de un espacio de rehabilitación e insumos básicos para jugadoras lesionadas.
Cancelación, a último momento, de la pretemporada en Mendoza debido a irregularidades en el pago de la comida.
Mal estado de las canchas donde entrenan y disputan los partidos.
Condiciones precarias en la pensión donde viven algunas jugadoras: falta de agua caliente, cocina y mercadería, problemas de humedad y goteras.
Falta de traslados para algunos partidos como visitantes, resuelto por las propias jugadoras.
Crisis en las divisiones juveniles del club: ausencia de indumentaria, falta de hidratación y pérdida de puntos por no contar con ambulancia.
Falta de alimentación adecuada en la previa de algunos partidos.
Un día después de que las jugadoras hicieran público su comunicado, San Lorenzo emitió su respuesta. El club, lejos de reconocer directamente las irregularidades señaladas por el plantel, optó por centrar su mensaje en la suspensión de la pretemporada en Mendoza, adjudicando gran parte de la responsabilidad al cuerpo técnico. A lo largo de su declaración, la institución defendió que ciertos gastos y gestiones ya estaban cubiertos, pero evitó profundizar en los señalamientos sobre las condiciones laborales y el trato hacia el equipo, dejando la sensación de que intentaba reducir su grado de responsabilidad en el conflicto.
A esta respuesta del club, el cuerpo técnico también contestó con un comunicado propio en el que aclararon que la suspensión de la pretemporada no fue responsabilidad suya. Según explican, después de dos intentos fallidos y sin alternativas claras por parte de la dirigencia, propusieron un predio municipal gratuito para entrenar. El traslado estaba cubierto gracias a un convenio con una empresa de transporte, y la única obligación del club era abonar los alimentos. El presupuesto para la alimentación fue enviado con fecha límite y varios recordatorios, pero a solo 18 horas del viaje, el proveedor canceló el servicio por falta de pago, lo que también ocasionó la pérdida del alojamiento. Esta información, aseguran, fue comunicada con tiempo, pero el comunicado oficial del club omitió estos detalles y, con ello, buscó deslindar responsabilidades hacia quienes no las tienen.
Fotografía: IG @caslaffemenino
Entre las declaraciones y los comunicados, hay un punto en común: el retrato de un entorno donde las condiciones mínimas para entrenar, competir y recuperarse no siempre están aseguradas.
Porque un equipo no se sostiene solo con talento o con victorias. Se sostiene con un entorno que respete la integridad física de sus jugadoras, que invierta en su preparación y que entienda que el profesionalismo no empieza en el silbatazo inicial, sino mucho antes.
Cada historia de negligencia es un recordatorio de que el profesionalismo no es solo una palabra, sino una práctica que implica cuidar a quienes hacen el deporte posible. Mientras esta distancia persista, las jugadoras no solo estarán luchando contra rivales en la cancha, sino contra un sistema que las invisibiliza.